domingo, 10 de enero de 2010

El objetivo es hacerle huecos a la nube, para dejar entrar la luz

En el momento en que las luces se apagan, se va quedando igual de solo que antes de llegar. Sin algún lugar que sienta como realmente suyo, sin un hogar, sin una familia, sin un Dios, sin algún objetivo. Lo único que queda ahora es regresar, solo, y pensar en qué es lo que busca (si es que algo quiere), en los errores y en los aciertos, en eso que hace la noche más tolerable, menos larga.
Sin embargo el día a día no le provee esa oportunidad, se encuentra encasillado, desmotivado, automatizado, y usualmente sentado. Es cuando piensa que debe de haber una mejor manera, y quisiera tener el valor de salir a encontrarla. Pero en cierto modo se encuentra muy cómodo en ese lugar, compuesto por lo conocido y lo habitual, lo aburrido y lo ritual. El miedo y lo conocido entonces inmovilizan, paralizan, detienen, sofocan.
Claro que tiene momentos de lucidez, aunque son los menos (o al menos así lo piensa continuamente). Claro que es original, diferente, atrevido, abierto, comprensivo, irreverente. Lo único que no cuadra es que la mayoría de las veces el mundo a su alrededor se mantiene inamovible, cuando tiene suerte. Si no la tiene, se encuentra con que se repiten patrones que pensó dejar atrás, unos propios y unos más fuera de su control.
Ahora, también es una realidad que exagera. Que no todo es tan malo. Me atrevería a decir que casi todo es bueno, positivo, real. Pero hay una nube que no lo deja disfrutar. De qué está compuesta es a veces difícil de saber, explicar, definir o articular. Pero está ahí, tal vez para siempre. El objetivo, entonces, es hacerle huecos a la nube, para dejar entrar la luz.
Repite el mismo proceso y se siente mejor, motivado, en un estado que algunos ingenuamente llamarían felicidad (por no conocer la verdadera). Y piensa que tiene que estar en el camino correcto, ya que hasta ahí lo han llevado sus pasos. Esos pasos que cada vez más toma en sus propios zapatos, sin tener que seguir a nadie. Ni a nada. Ahí también radica una problemática: sólo puedes volar alejado de la parvada por un tiempo determinado. Si lo sobrepasas, en el vuelo de regreso, todos te parecen extraños.

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