miércoles, 30 de marzo de 2011

Por qué, por que, porqué, porque

"¿Pero que es lo que quieres sacar de todo esto? De meterte a tu mente, volver a salir, curar heridas, tapar coladeras, enfrentarte a miedos, ¿por qué te atrae tanto trabajo, esfuerzo, hasta dolor?", me dijo mientras me miraba con cara inquisidora, propia de su profesión, recargada de manera diagonal en el sillón color hueso desde el cual me ve, me inspecciona, me escucha, me reta, se ríe conmigo y se vuelve mi cómplice durante una hora y media a la semana.


"Mmm....", dudé por un segundo. ¿Por qué quiero hacer esto? Hace unos meses la respuesta era diametralmente diferente, creí que así podría salvar algo que resultó, como siempre, insalvable. Realmente en esos momentos esa era una motivación muy fuerte. "Porque quiero ser una persona más completa". Más allá del uber cliché que siempre va asociado a este tipo de declaraciones, fue lo que salió de mi boca al estar mi mente en un estado de libertad total. Me tomé unos segundos para digerir lo que acababa de proferir.


"Uno de mis mayores miedos", seguí explicando, "es el de nunca alcanzar mi mayor potencial por creer que los problemas que tengo son eso, y no son oportunidades de mejorar. Siempre he creído que uno de los mayores pecados que podemos cometer los seres humanos es caer en la complacencia de decir 'soy así, acéptenme y háganle como quieran'. Más allá de cuestiones fundamentales de nuestra personalidad, nuestro cuerpo, nuestra realidad, los seres humanos somos lienzos casi en blanco, y tenemos una capacidad de absorción y de cambio cabrona. El que se percibe como imperfecto, y más aún, el que sabe que podría mejorar muchas cosas, se va haciendo mejor persona; a veces el premio está en la lucha misma, aunque no se de un cambio fundamental, pero la disposición siempre debe de estar ahí".


Seguí, ya que debo confesar que a veces el intercambio lo convierto en un monólogo por varios minutos. "Yo no dudo, ni he dudado por un segundo mis fallas, las cuestiones en las cuales 'cojeo', que soy una persona que comete muchos errores. ¡Pero tu también!". Nos interrumpimos con una mirada de complicidad y una ligera risa. "Y todos lo somos. Pero no existe sentimiento más frustrante para mí que toparme con alguien que piensa que es perfecto, y que los problemas solo vienen de uno". Ella sabía a quién me refería. "Dicho eso, creo que el error fundamental que me ha llevado a este momento en mi vida es enamorarme del potencial, de la idealización, y no de la realidad. Yo quiero que quién esté a mi lado sea completo, osea imperfecto, que se asuma así y que actúe en correspondencia. La perfección no existe, los miedos, inseguridades y bagaje previo si...el chiste es sacarlo, compartirlo, para que se vuelva una cosa de dos, y para que se entienda el porque uno actúa de cierta manera".


Preguntó una vez más, "¿y cómo vas con eso, con esa búsqueda?".


"Mmm...", volví a dudar un segundo. "No muy bien, la verdad, pero me he hecho a la idea que debe existir un equilibrio entre buscar las cosas y dejar que éstas te encuentren. Y además debes de estar en un punto en el cual tu eres completamente libre de otras ataduras, y probablemente no esté ahí todavía, ya que me cuesta mucho dejar ir las cosas. ¡Pero creéme que me he estado divirtiendo en el proceso!". Algo vio en mi expresión que le causó soltar la carcajada.


Quedamos en la próxima fecha y hora, y como siempre, salí rejuvenecido, y demasiado relajado. Mi iPod decidió que "Porch" sería el primer acompañante en mi camino a casa.


¿Por qué? Porque es así. Sin más.

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