domingo, 4 de abril de 2010

Temblor y terror

Tu eres el único fragmento de mi ser que quedó intacto tras el temblor.
Todo lo demás, herido y difuso, cambió tanto desde entonces que es casi irreconocible. Mi corazón, antaño piedra angular de lo que conoces como 'yo', perdió su forma. Diluido, hoy se asemeja a un globo desinflado. Mi cerebro, astuto elemento de mi humor, fiel acompañante de mis discursos internos, saboteador de mis emociones, es un remedo de lo que llegó a ser. Ahora se satisface llevando a cabo las funciones más básicas, que me mantienen vivo y muerto a la vez.
Mi espíritu, a veces tosco, a veces encantador, luchador incansable de mil batallas y con una capacidad de supervivencia suprema, es practicamente un innerte vegetal. Bosteza, gime, se queja, duerme en exceso. Solloza. Mis ojos, aquellos que "te abrieron un nuevo universo" y que te encantaban, no precisamente por su tamaño (ya que pequeños permanecen), se han tornado sequísimos, cual flores marchitas. Ya no coquetean, ya no se abren de par en par cuando sorprendidos, ya no confiesan, ya no mienten, ya no revelan. Ya no se rebelan.
Mis manos, que kilómetros recorrieron en ti, que abrieron puertas y ventanas, que dejaban entrar la luz, que arreglaban, que formaban contornos en el aire cuando explicaban algo (a veces importante, a veces sublime, a veces absurdo), palas pequeñas y obsoletas son hoy. Se esconden al tacto, no aguantan ser expuestas al público, no explican nada. Nada hacen ya.
Tu eres el único fragmento de mi ser que quedó intacto tras el terror.
Mis labios, que tantas satisfacciones te dieron (corrijo: me dieron a través de ti), que abrieron horizontes, que tranquilizaron peleas, que te robaron besos sólo para regresártelos, tiemblan pavorosamente. Continuamente. Sin cesar. Mi pecho, antiguo baúl y refugio de sueños, deseos, planes, anhelos, añoranzas. Lugar que te refugió tanto tiempo. Tu almohada predilecta. Hoy es una cueva, un hueco, un hoyo negro. Vacío.
Mis brazos. Antes: soporte, tentación, simetría, balance, fuerza, vigor. Ahora: debilidad, flacidez, miedo, soledad. Mi sonrisa que llegó, en tus palabras, a alumbrar como el fuego mismo, a prometerte tantas cosas y a cumplirte algunas de ellas, a enamorarte, a enamorarte... hoy no tiene efecto alguno. Da miedo. Perfora y enloquece, negativamente.
Tu eres el único fragmento de mi ser que quedó intacto tras el temblor, tras el terror, tras la caída, tras la penitencia, tras el infierno, tras la redención. Tu eres lo único inamovible. Tu eres porque si, sin mayor explicación.

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