lunes, 15 de marzo de 2010

La vida es más fácil, en serio que si

"Pues te cuento mijo, en la mañana por fin pudimos ir con los de Banorte a arreglar lo de mi tarjeta. Pero si fue toda una odisea, tuvimos que ir hasta allá por...¿por dónde Elena?" "Por Melchor Ocampo, por allá", interrumpe mi tía. "Si, hasta allá, y el maldito del taxi nos cobró 120 pesos, aunque la verdad si nos dejo ahí mero en la entrada. Ya ahí pude hablar con una señorita muy linda, Lilia, una tocaya, que me explicó que mi sucursal no era la de siempre, la de la casa, sino que en realidad era ésta dónde estábamos", prosiguió mi abuela, con el entusiasmo de alguien mucho más jóven.
Después de relatarme sus actividades del día martes (no sin antes prepararme con ayuda de mi tía una deliciosa cena que, para alguien de mi edad y que vive sólo, es un verdadero manjar, ya que mis habilidades culinarias son prácticamente nulas), mi abuela, mi tía y yo proseguimos a hablar de temas variados como el tráfico en la ciudad, el segundo piso (el cual es desconocido para mi abuela), la nueva línea del Metro que saldrá de Mixcoac, la salud de los diversos miembros de la familia, y en general de lo que sería considerado una plática de sobremesa sin mayor relevancia, resonancia, o interés de alguien ajeno a los participantes en ella. Sin embargo, el momento y la plática en si fueron del mayor interés e importancia para mí. Unos párrafos más abajo te diré por qué, no te impacientes.
Si algo se puede deducir de la manera y los temas sobre los que escribo, y si algo es obvio para aquellos que me conocen personalmente, es que soy un poco complicado. Juro que no es algo premeditado, ni es un intento de ser "diferente" o "único". Simplemente, en algo que creo se puede achacar a la manera en que se formó mi cerebro dentro del vientre materno, pienso constantemente en cosas totalmente desconectadas y ajenas entre si. Las analizo, las interiorizo, y usualmente, si la inspiración y el tiempo lo permiten, terminan en esta página de internet.
También las actividades que llevo a cabo son, por decirlo de alguna manera, variadas, intensas, e interesantes, al menos para este su humilde servidor. No me he dado tiempo en un par de años de relajarme, de vivir mundanamente, por describirlo de alguna manera. Viajes, fiestas, compromisos, trabajo. Todo pasa muy rápido, a veces dejando una estela feroz de desencanto, a veces dejando una alegría inconmensurable.
Sentado en esa mesa ubicada en una calle de la colonia El Reloj, cerca de donde pasé una muy buena parte de mi adolescencia tardía y de mi "adultez" temprana, no pude dejar de pensar que envidiaba demasiado a mi tía y a mi abuela. Tanto que, en términos "de los chavos", me ardí. Me ardió muchísimo mi incapacidad de no encontrarle la belleza y la aventura a las cuestiones cotidianas. Me ardió de sobremanera que he perdido la capacidad de asombro. Me ardió que cuando yo voy al banco, no establezco ningún vínculo con la persona que me atiende. Me cagó que a veces pienso que soy demasiado bueno para platicar 3 minutos con la señora que me vende lotería. Me exasperó que el culpable de que mi vida sea a veces tan dramática y complicada es el mismo que les escribe. Me desesperó que no me levanto todos los días con una mejor disposición para aprenderle a la vida, y no pensar que yo le voy a enseñar al mundo algo. Envidié terriblemente no ser simple, lineal, en la mejor de las acepciones de las dos últimas palabras.
Esto no significa, claro está, que ahora me dedicaré a saborear cada momentito de mi vida como si fuera el último, y que me enfocaré en las cosas pequeñas. Simplemente no puedo. Si trabajas en un banco, perdona, pero no vamos a platicar. Así soy.
Pero me levantaré cada día tratando de pensar que si no me como al mundo en cuestión de horas, no pasa nada. Hay que disfrutar un poco, la vida es demasiado corta para no hacerlo.
Un beso con todo el cariño de mi corazón para mis familiares incluídos en esta verborreica terapia escrita. Un saludo para ti que me lees.

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