martes, 14 de diciembre de 2010

Diciembre....al menos para mí

Al final es una cuestión más simple de lo que quisiera aceptar. O comprender. Porque a veces uno necesita sentirse importante, complicado, misterioso, interesante. No dudo serlo, pero no por estas cuestiones. No por mis dolores, dudas, fracasos, obstinaciones, celos, inseguridades, traumas, residuos de días peores.

Al final, definitivamente, es una cuestión más simple: estoy roto. No del todo, pero hay una parte de mi que ha estado quebrada y que, en climas fríos y días como estos, sale a la luz de la peor manera posible y me hace lastimar a lo que más quiero. A los que más quiero. A la única que quiero.

No es momento de decirlo todo, ya que no incumbe a todos y cada uno. Pero tal vez utilizando cierto tipo de lenguaje menos que obvio me de a entender. Al final, me rindo, es muy obvio, y en cierto sentido común (mucha gente lo ha vivido).

Hay finales que son más explosivos que otros, que representan una destrucción total de lo que uno es y significa. Son finales que, a los que siguen en la trama, nos dejan mal parados y marcados por mucho tiempo. Son finales que se atoran en la garganta, y que piensas dos veces antes de revelar. El se fue así, en un día como el próximo sábado hace diecinueve años.

Hay definitivamente despedidas más ligeras, y que no suponen un final, sino un nuevo comienzo. Sin embargo, no obstante que la despedida fue cordial, hubo muchas cosas que nunca se dijeron. Ya no era tiempo para revelaciones, pero si para aclarar las razones detrás de las primeras. Si se tenía que hablar del asunto, no volver a esconderlo debajo de la alfombra. Además, en si huir, irse, reubicarse, como uno quiera que lo llame, es un escape. Cobarde en muchos sentidos, ya que los que quedaron atrás no tenían aún las armas para defenderse cabalmente. Fue la versión sentimental del abandon ship. Y quedó un remanente de rencor que no se ha ido todavía. Es verdad, yo no lo he dejado ir. Han pasado ocho años ya, y aún tengo la despedida prendida de mi espalda.

Después del final y del adiós, el personaje secundario se convirtió en protagonista. Y el peso del papel principal lo fue desgastando. Lento, pero seguro. Poco a poco. Hasta que la trama se volvió demasiado complicada para el joven leading man. Y estuvo cerca de protagonizar su propio final explosivo. No deseado, pero auto infligido. Irresponsable. Fue su forma de huir. Cobarde. Y sobrevivió porque una buena película no puede ser desarrollada sin protagonista. Pero estuvo cerca de clausurar la producción.

Posteriormente las cosas pasaron muy rápido. Una sucesión de eventos que lo hicieron mejor y más fuerte. Que por muchas lunas le hicieron pensar que lo peor había pasado. Que la historia de caída y redención era cierta y que lo había logrado.

Pero el joven protagonista no contaba con una situación muy importante. En los momentos de mayor fortaleza siempre faltaba una leading lady. Hubo varias actrices de reparto, pero ningún argumento romántico fue propuesto por la producción. En el momento que este complemento llegó, el protagonista se dio cuenta que una vez que la dejó entrar, sus miedos regresaron. Que la caída y redención no se habían completado. Que durante muchos años había hecho lo mismo que el final y la despedida. Había metido a todos sus esqueletos en un armario. Y el cerrojo que resguardaba éste no aguantó más.

No pido absolución. Si comprensión. No pido licencia indefinida. Tiempo si. No quiero dudas sobre quién soy, sobre lo que represento, sobre lo que te he dicho y prometido, ni sobre lo que te he confesado. Eso es certero más allá de cualquier duda. Lo que si no ha sido tan claro es mi nivel de fortaleza. Tal vez pensé que era mayor, no te quise mentir a propósito. Y lamento mucho si así fue. Simplemente pido paciencia para un joven actor que quiere brindar el mejor papel de su vida. Acompañado de la mejor actriz que existe en este planeta.