domingo, 20 de junio de 2010

El porque no estoy detrás de la cortina

Hace ya bastantes semanas, puede que sean en realidad meses que la porción de mi ser que está enamorada del dolor, la nostalgia y la melancolía se encuentra prácticamente dormida. Esto en definitiva no quiere decir que me he vuelto, en palabras de Michael Stipe, un miembro del grupo de shiny happy people que transitan esta tierra con un girasol prensado a la oreja portando una camiseta de Greenpeace y que nunca tocan el claxon al manejar (si es que están de acuerdo con esa destructiva forma de transporte). Sin embargo, he notado que me siento más tranquilo en mi vida personal y en todas las esferas que la componen.
Las razones por esta recién encontrada tranquilidad y equilibrio puede que sean muy concretas, pero al analizar el status quo de este su servidor las cosas no han cambiado mucho. Aún me encuentro en una búsqueda de un camino definido en términos personales y profesionales. Esa incertidumbre, pienso yo, sería un factor para poner de nervios a cualquier persona, sin embargo este no ha sido el caso. Por otro lado, gozo de una nutridísima familia extendida-secundaria-escogida que la conforman mis amigos(as), que son propietarios de una parte grande de mi corazón, mente y tiempo. Pero mi realidad familiar no es tan óptima, desde hace muchos años ya. No es que no haya amor y apoyo. Sino que por la distancia y por la vida en general éstos se dan a cuentagotas. No es culpa de nadie, y es culpa de todos al mismo tiempo. Quisiera que mi padre estuviera acá y viera en lo que me he convertido, pero eso no ha sido posible. C'est la vie, me imagino. Pero ese es otro aspecto de mi vida que he logrado aceptar tal y como es, y que no me afecta de manera negativa.
Mi falta de disciplina en general, tema ya abordado en este 'espacio' (me sentí por un momento presentador de Telehit) en entradas anteriores, me ha dejado de sofocar, sentimiento que me abordaba cuando pensaba en que ya no me estoy haciendo más jóven, y sigo haciendo pendejada varia. Mi situación económica, si bien es totalmente suficiente para mi estilo de vida, no es ninguna garantía si es que (toco madera) algo grave me pasara. Pero, ¿qué diablos?
¿De donde viene mi bienestar? Hasta donde yo se, no me he sacado la lotería, México no ha ganado el mundial, sigo teniendo pancita coqueta, me siguen dando hueva los lunes, no he encontrado a la(s) mujer(es) de mi vida (aún), la sigo cagando en mi vida diaria y sigo viviendo en un país donde fallan muchísimas cosas. Creo que el secreto está en una sana indiferencia y en una dosis saludable de resignación. Ojo, esto no significa que las cosas no me importen. De hecho sigo siendo muy aprensivo, un poco (bastante) intenso y apasionado. Pero creo que me ha dejado de importar lo que los demás piensan/hacen, ya que esto está fuera de mi control. Creo que el error que cometí en el pasado (y que pienso es común a muchos de nosotros) es vivir con el ¿qué pensará? siempre en la cabeza. Yo no puedo controlar lo que tu haces y piensas. No soy responsable de que tu tomes una decisión, por más que yo haya influido en ella. No puedo echarme a la espalda una vida más, ya que apenas con la mía puedo. Lo más a lo que puedo aspirar es no hacerte daño. Y tratar de repartir amor sincero donde quiera que voy. Créeme, te quiero hacer sonreír. Pero si tu no quieres, ¿qué carajos voy a hacer?
Esa es la razón por la cual ya no estoy detrás de la cortina. Ahora, me da la luz.